lunes, enero 29, 2007

A cinco minutos del Juicio Final

Mal acabamos el año, pero peor empezamos. En 1947, poco después del bombardeo atómico de Estados Unidos sobre Japón, un grupo de científicos, del que formó parte el mismísimo Albert Einstein, publicaron la idea de un reloj virtual que representaba lo cerca que estábamos del Fin del Mundo. La revista, Bulletin of the Atomic Scientists (BAS), creada por el anteriormente denominado Proyecto Manhattan de Físicos, recogía el horror de los científicos por el nacimiento del peligro nuclear. Las 24:00 del reloj, del que existe una réplica real en la Universidad de Chicago, representan la llegada del Apocalipsis. Pienso que también representan la torpeza y estupidez del ser humano.
El reloj nació ya a siete minutos del fin del mundo, y desde entonces ha ido fluctuando ligeramente. En 1953, luego que Estados Unidos y la Unión Soviética detonaran sendas bombas de hidrógeno, el reloj llegó a estar a dos minutos de la “medianoche”, en su peor momento. Luego la cosa se fue relajando hasta que en 1963, tras firmarse un acuerdo para limitar las pruebas nucleares, se situó a 12 minutos.
Los científicos tomaron hace unos días la decisión de adelantar el reloj dos minutos más, debido a que la "creciente inestabilidad nuclear" ha llevado al planeta al borde de una "segunda era nuclear" y que la amenaza del cambio climático empieza a ser la más importante, tras la correspondiente a las armas nucleares. Ahora estamos a “sólo” cinco minutos. Aquí puede verse la evolución del “maldito” Doomsday clock con sus 18 actualizaciones.

martes, enero 16, 2007

Hoy no tengo un buen día... ¿o sí?

Algunos días tengo la sensación de estar sometido a una insustancial recurrencia: despertador, ducha, desayunar, oficina, comer, oficina, cenar, dormir, y otra vez despertador. Algo que desmotivaría al mismísimo Job. ¿Quizá es que estoy perdido en un incómodo espacio y atrapado en un tiempo indeseado? Vale, hoy no tengo un buen día y se acerca el día de la Marmota, así que no puedo evitar recordar a Bill Murray despertarse una y otra vez en el mismo día del gélido Punxsutawney, sometido a una permanente y desquiciante reiteración en la que, sitiado el pueblo por una nevada, queda encerrado de forma infranqueable, junto a una población de figurantes ajenos al bucle temporal en el que se encuentran, limitados a ser parte del congelado decorado. Bueno, ya está. Recordé “Groundhog Day” o “Atrapado en el Tiempo”, que es como se llamó en España, y ya estoy de mejor humor. Al final la rutina diaria esconde también un abanico de nuevas y buenas posibilidades para tratar de llevar una vida que no se arregla por si sola, sino que obliga a realizar algunos esfuerzos. Y estos esfuerzos son los realmente gratificantes (al final, además de aprender un montón de cosas, consigue ligarse a Andie MacDowell!).